Si en política la forma es fondo, el tabasqueño que recién dejó Palacio Nacional pasará, entre otras razones, a la historia como el Presidente de México que menos trabas puso para poder ofrecer una imagen de hombre cercano a la gente que quisiese acercarse sin mas reticencia que la voluntad propia.
Múltiples pruebas son contadas por quienes se lo llegaron a encontrar en un café, mesa de restaurante, fonda o mercado popular. Una estampa confirma ese empeño de quien se convirtió en el hombre de izquierda mas influyente de América Latina hasta que el periodo sexenal se le fue de las manos este 1 de octubre.
La popular presentadora de televisión, locutora de radio e influencer, Laidy Salazar caminaba por una estación de gasolina a un costado de en una carretera en Puebla cuando se toó de frente con el personaje que al mismo tiempo atizó odio, racismo y diatriba política. Al pie de una camioneta en que se trasladaba a algún punto de la geografía, esperaba algo o a alguien. Sin mayor protocolo, cinturones de seguridad excesivos ni escoltas, saludaba a los lugareños.
Fue cuando Salazar se acercó para pedir una foto con el hombre del sexenio y de lagos años de lucha desde la oposición, y se hizo. Al final se estrecharon las manos y cada quien siguió su camino.
En octubre de 2022 el autor de la columna escuchó incrédulo al maestro de ceremonias llamar a la gente a acercarse a saludar en mano al Presidente de México. Una muchedumbre de relativa dimensión esperaba su llegada debajo de una enorme techumbre como parte de un plan de obras públicas para pueblos apartados de grandes ciudades, como Ayoxuxtla, en la Mixteca poblana en donde Zapata había firmado el Plan de Ayala.
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Esa media mañana la temperatura rondaba los 38 grados centígrados, pero la multitud se mantenía estoica, a la espera de la llegada de Andrés Manuel López Obrador. Sombrero de palma sobre la cabeza y camisas de algodón, algunas de ellas sin planchar en la mayoría de los asistentes expectantes escucharon las palabras de ese maestro de ceremonias.
Dijo incluso no dejarse engañar si alguien sugería lo contrario, la premisa era pues, poder acercarse sin impedimento alguno.
La sola invitación parecía un contra sentido en un país en el que la ortodoxia política había colocado a gobernadores y presidentes muy lejos de contacto físico y el saludo del ciudadano de carne y hueso. Desde Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, eran abundantes los ejemplos de prepotencia y golpes del Estado Mayor Presidencial hacía quien quisiese acercarse al mandatario en turno.
Ya en medio del gentío López Obrador detuvo su andar, miró por encima de la gente y reconoció a un hombre entrado en años a quien nadie había puesto atención. La sonrisa se le iluminó, extendió la mano, lo tomó de los hombros y lo atrajo hacía sí para abrazarlo con emoción, algo le dijo al oído con calidez. El longevo personaje había hecho trabajo político con quien apenas abandonó Palacio Nacional, desde hace décadas, diría después.
Fue el ex presidente el hombre de poder que transformó esas relaciones, las del poderoso con la gente que vive en el día a día, sin mas elementos para trascender su condición de humildad palmaria que el esfuerzo propio.