Un reducido grupo militantes del Partido del Trabajo, cuyo símbolo y estandarte es el de una muy comunista estrella estampada en la bandera roja, anduvo orondo por las callejuelas del selecto desarrollo turístico popularmente conocido como Val’Quírico, en la ex hacienda de Santa Agueda, en los límites de Puebla y Tlaxcala.
Ahí estaba ese viejo militante de la izquierda mexicana, Gerardo Fernández Noroña, su compañera de bancada Liz Sánchez y el diputado federal, Toño López; las presidentas municipales de San Pedro y Atlixco, Tonantzin Fernández y Ariadna Ayala y algunos otros perfiles políticos.
Antes habían participado en una asamblea informativa en San Martín Texmelucan con la coartada de promover el voto para el día 1 de junio, fecha prevista para la elección del Poder Judicial de la federación, aunque la intención ulterior es la del lucimiento personal y futurista del líder senatorial.
La ausencia del edil de Huejotzingo en el distrito de San Martínez Texmelucan, Roberto Solís se explica por varias razones: no es posible verlo en un mismo espacio y tiempo con quien rivalizó políticamente como la senadora petista, porque desprecia públicamente a ese partido y porque es aún fiel a los intereses de otro senador, Adán Augusto López Hernández a quien representó en la interna presidencial en el territorio estatal.
El centro de recreo en el que se pasearon este fin de semana está inspirado en el paisaje colonial y semi rural de la Toscana en Italia y cada fin de semana es visitado por cientos de turistas, principalmente de la Ciudad de México y la generalidad de quienes deambulan por sus callejuelas y callejones tiene una característica que a la izquierda dogmática le produce repulsión.
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Son lo que mas se asemeja a un “whitexican”, una persona con pigmentación clara, ojos de color y que suelen utilizar ropa de marca, finos relojes de pulso y autos o camionetas de modelo reciente. La personificación de los fifís que tanto incomodaban al ex presidente Andrés Manuel López Obrador.
No es que espacios como el de val’Quírico este vedado para quienes combatieron desde la oposición al status quo previo al triunfo de López Obrador en la elección presidencial de 2018 porque por fortuna todas y todos tienen el derecho consagrado en la Constitución General de la República para andar por donde le plazca y a quien así lo decida.
La segregación racial, inspirada ominosamente en el apartheid de la segunda mitad de siglo pasado en Sudáfrica es impensable en una nación con la riqueza cultural y pluriétnica en México, pero ha sido justamente esa izquierda llena de rencor y afán de desquite quien ha atizado la narrativa segregacionista, antes de que el vuelco de la historia colocara a toda esa gente en el poder público.
Lo cierto es que ya preso de sus palabras y la conducta del pasado, Fernández Noroña se descafeína. Perdió el encanto del líder opositor que permitía a quienes carecen de presupuestos para deambular cada fin de semana por Val’Quirico cada soñar con tener los medios para enfrentar con menos precariedad el día a día.
Tal vez por ello Noroña y por sus ambiciones personales haya sido echado con malos modos de una asamblea petista. Exuda, por donde va, la intención de convertirse en aspirante a la candidatura presidencial para suceder a Claudia Sheinbaum, propósito para el que no ha dejado de trabajar desde la Cámara Alta porque en la izquierda, como en la derecha la doble moral goza de cabal salud.