Fue en la décadas de los ’60 y ’70 que de la resistencia en la era moderna en México provocó la reacción más virulenta del Estado y sus órganos de inteligencia y represión. Era el tiempo en que a diferencia hoy, era el gobierno quien ordenaba acoso, cárcel o represión.
Aunque fue en los 50’s que hubo movimientos de ferrocarrileros, médicos, maestros o campesinos –Lucio Cabañas en Guerrero-, fue en esos periodos en el que el PRI, que gobernaba en esa época, mostró su rostro más feroz.
Fue cuando nuestros padres o abuelos salieron a las calles, barrios o centros de poblados a exigir espacios de discusión y tolerancia para propiciar nuevas formas de interlocución entre autoridades, instituciones y la generación adulta de la época.
Muchos fracasaron en el intento, perdieron la vida o fueron llevados a separos oscuros y ahí torturados.
A esa generación responde la banda alemana de heavy metal que este fin de semana se presentó en la Feria de Puebla, Scorpions, una de las más longevas en la era global fundada en Hannover en 1965, solo superada por The Rolling Stones en Inglaterra en 1962.
Muchos sucesos han sido registrados en más de 60 años hasta que esos adultos mayores enfundados aún en los ropajes fundamentales del rock haya llegado a un escenario poblano ¡propiciado por un gobierno!, el de Alejandro Armenta.
De la presentación de Queen en el estadio Ignacio Zaragoza en 1981 a la llegada de Scorpions debieron pasar 44 años. Hechos y datos confirman el cambio de paradigma, el de la libertad.
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Una portada del periódico Alarma! en 1971 decía sobre el festival de música en Avándaro, Estado de México, literal, “El infierno en Avándaro: encueramiento, mariguaniza, degenera sexual”. Era el estado anímico de un modelo político que se resistió al cambio, a través de los medios de esa era.
Vino la caída del muro de Berlín en 1989 y con ello prácticamente se sepultó el tiempo en el que estaban prohibidas las reuniones de jóvenes y tocadas de rock, perseguidas casi hasta la extinción, cambió en forma radical.
En algún momento de la primera juventud, el autor de la columna atestiguó un ensayo en la oscuridad, con instrumentos eléctricos desenchufados en un auditorio Antonio Caso de Tlatelolco en silencio con agrupaciones The Tree Soul and my Mind -luego se llamaría solo El Tri– y Dugs Dugs -ya disuelta-, para evitar sanción administrativa o la cárcel.
Lucir pelo largo, mezclilla desgasta y tenis rotos eran sinónimos de vandalismo y degradación.
Por eso conviene no olvidar, hubo un tiempo en el que la juventud fue perseguida, acosada y en algunos casos encarcelada. Eran los hijos de esa generación que en los ‘60 y ‘70 encararon al gobierno y muchos de los cuales ocupan un lugar en la historia como Heberto Castillo, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Pablo Gómez Álvarez, Luis González de Alba o Gilberto Guevara Niebla, entre muchos otros.
Una respuesta a esa política intolerante de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo y un largo listado de innombrables fueron los hoyos funk, en espacios cerrados de barriadas inaccesibles.
A despecho de ese gesto hostil, de persecución e intolerancia del gobierno que comenzó la caza de la resistencia con una ominosa figura como Díaz Ordaz, Scorpions en Puebla debería ser visto como el símbolo de la finalización de una era oscura en un pasado remoto pero visible en el que el rock era excepción y no la norma.