El otro rostro de Canoa

La aparición de una joven mujer originaria de la junta auxiliar de San Miguel Canoa de nombre Lucero Salas Torres, en el equipo de trabajo del gobernador electo, Alejandro Armenta es ya en sí mismo un momento de luz y esperanza para un pueblo estigmatizado desde hace mas de medio siglo.

Se trata de una joven con cualidades académicas e intelectuales y dominio fluido de los idiomas náhuatl, inglés, francés, alemán, inglés y español que la coloca en una dimensión distinta al promedio de esa nueva generación.

Una políglota que proveniente de Canoa que parece ingresar por la puerta grande del futuro gobierno en un contexto histórico casi olvidado por los gobiernos sucesivos desde el oprobioso 1968, no es un asunto que deba ser soslayado.

Este sábado 14 de septiembre se cumplen 56 años en que un grupo de jóvenes trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla fue objeto de un cruento linchamiento a manos de una turba compuesta por habitantes de ese pueblo que quedó manchado de sangre perenne.

Un poblano era presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, originario de Chalchicomula de Sesma, recordado siempre por la mas violenta represión en contra de estudiantes de la Universidad Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, principalmente, que demandaban mayores espacios de interlocución y de participación frente a un régimen totalitario e insensible.

Los jóvenes masacrados en Canoa fueron tomados por infiltrados del comunismo, símbolo inequívoco del diablo que se alimentaba de las entrañas de niñas y niños, según decía el párroco del pueblo, aliado del gobierno de Díaz Ordaz, como sucedía con el clero de aquella época.

La sangre de los jóvenes martirizados en Canoa sería el adelanto de una masacre de mayores dimensiones, la tarde del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

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Pocos de los líderes estudiantiles de ese movimiento estudiantil sobreviven al tiempo y la historia. Pablo Gómez Álvarez es uno de los pocos que siguen vigentes.

La joven que el gobernador Alejandro Armenta presentó con evidente emoción, en tanto integrante de una comunidad mayoritariamente indígena, ha roto esa resistencia tras el linchamiento tomado como un acontecimiento histórico. La película que lleva como título el nombre de esa junta auxiliar “Canoa: denuncia de un hecho vergonzoso” dirigida por Felipe Cazals retrata con fidelidad lo sucedido aquel 14 de septiembre de 1968.

De suyo se sabía que desde aquellos años, los jóvenes que egresaban con méritos académicos y profesionales suficientes, encontraron solo el portazo como respuesta para poder emplearse fuera de su lugar de origen por ese estigma.

En buena medidas, las nuevas generaciones de habitantes de Canoa cargaron con esa leyenda negra en la historia que deliberadamente ha sido disimulada.

La ignorancia aprovechada como combustible por un sacerdote sin escrúpulos para incendiar el ánimo de un pueblo hizo el trabajo sucio al régimen de un gobierno intolerante del priista Díaz Ordaz.

Por décadas los muchachos cargaron injustamente con esa maldición: Canoa como símbolo de violencia.

La muchacha que habló a presentes en la conferencia de Alejandro Armenta permite vaticinar que no solo el techo de cristal que impide el desarrollo de las mujeres, sino la leyenda de un pueblo terminó por ceder para escribir una nueva página.