“Sobre una justicia concebida de manera relativista, no es posible edificar la convivencia política y, en ese caso, la política se pervierte y la burocracia se convierte en una promesa vacía de futuro, incapaz de procurar el bien común.”
Carlos María Abascal Carranza
Poco tiempo bastó para que la nueva administración en el Gobierno del Estado de Puebla desencantara por sus vicios ocultos, hoy son las y los ciudadanos quienes tenemos que pagar el alto costo de un gobierno totalmente mimetizado a la administración federal principalmente en sus yerros.
Ejercer el poder es una gran responsabilidad que requiere la humildad suficiente para no mirarse por encima de las y los ciudadanos que gobierna, requiere también capacidad y liderazgo para elegir las y los mejores perfiles y hacer frente a las adversidades, incluyendo la madurez suficiente para rectificar una decisión no acertada.
Los gobiernos de la cuarta “transformación” como se han llamado, encabezados por el gobierno federal en turno, privilegian el discurso conciliador, constructivo y apegado a derecho, -pero lamentablemente sólo y únicamente, en el discurso- pero en realidad hacen todo lo contrario.
El oficialismo ha dicho que privilegia la lealtad (o complicidad diría yo) a la capacidad, hoy encontramos áreas de oportunidad en diferentes carteras estatales y no hemos visto intención de corregir, como ejemplo la desafortunada actuación de la Secretaría de Planeación y Finanzas o el secretario de Gobernación que no solo desoye al titular del ejecutivo, además viola la ley y desatiende su labor por estar en campaña.
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Es notorio que el Gobierno de Puebla comienza a verse comprometido a cumplir los caprichos de Palacio Nacional, aunque esto le traiga consecuencias negativas a la población y tire por tierra lo prometido.
Comenzamos a presenciar la metamorfosis de un gobierno con buenas intenciones a un bastión al servicio de los intereses electoreros del oficialismo, atrás quedó la actitud de escucha, hoy vemos más a menudo manifestaciones sociales, marchas y cierres de calles de ciudadanos inconformes ante los problemas no atendidos; sabemos de pérdidas cuantiosas de recursos de las arcas estatales, notamos el desdén hacia la oposición panista –porque poco a poco se evidencia la oposición cómplice-. Pero por otro lado vemos un gobierno omiso ante la gran cantidad de pinta de bardas, colocación de espectaculares y promoción electoral disfrazada de eventos oficiales en favor de su partido.
El costo de esta transformación deberá saldarlo en las urnas, las y los ciudadanos sabemos que el gran derroche de recursos tras la adelantada promoción de aspirantes nacionales y estatales sólo puede provenir de tres posibles fuentes: recursos propios de los y las interesadas –cosa que es muy imposible-; puede provenir de recurso de intereses económicos de cúpulas y grupos distintos al interés público con quien ellas y ellos estén comprometiéndose, y la tercera opción es que sean financiados por el crimen organizado, no hay más. Así que hoy vemos un gobierno en Puebla más alineado a los intereses del oficialismo dejando de lado a las y los ciudadanos.
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