Orinar agua bendita

En la gestión de gobierno del panista Eduardo Rivera Pérez operó un grupo violento que encontró en las mujeres el caldo de cultivo para dar cauce a sus instintos, arranques y frustraciones. Una conducta que revela un patrón de conducta que colocó en condiciones desfavorables a féminas frente a quien ostentó el poder.

Se trata de un pacto patriarcal que protege a los suyos en detrimento de los derechos de las mujeres que decidieron acompañar en un tramo de la vida en pareja o la función pública a los depredadores y que trascendió mas allá de la esfera del gobierno panista hasta llegar a la dirigencia de ese partido político.

Un testimonio que revela la conducta sistemática de proteger a los violentadores con cargos lo ofreció Lucía Jeanette a una cuenta en YouTube a Ni Perra Idea (periodismo daltónico) que se aloja también en X bajo el nombre de @NP_Idea, permite un asomo a una vida indigna propiciada por un miembro activo de Acción Nacional que toda la clase política ubica muy bien: Víctor Manuel Mayoral.

“Me aventó su celular (…) y se me responsabilizó de los daños del aparato; dentro de un vehículo oficial del ayuntamiento me agredió y finalmente me sujetó por las manos, me azotó contra la pared en repetidas ocasiones y así eran los actos violentos que cometía en contra mía”, dice la mujer que comenzó una relación de pareja con un panista que ostenta la condición de miembro de la Comisión Permanente panista, una instancia a la que solo tienen derecho de picaporte un conjunto de históricos militantes, considerados como una junta de “notables”.

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La entrevista que acusa una conducta oprobiosa para sostener frente a la sociedad, militancia y simpatizantes una intachable imagen de honorabilidad, de respeto al bien común desarticula la hipótesis de una trama política para debilitar a algún grupo pues se produce a cinco meses de transcurridos los comicios de junio pasado.

Y subraya una condición que se ventiló en su momento, primero como un hecho aislado en el gobierno de Eduardo Rivera Pérez, con Elia Rojas Villalpando, víctima de la Michel Chaín, en ese momento funcionario de primer nivel en ese gobierno; luego fue Fernando Cortés, ex responsable de Comunicación Social, a quien debieron separar del cargo por excesos análogos al del Mayoral y Chaín.

En marzo pasado, Mayoral decidió declinar asumir la regiduría disponible a sabiendas que ya existía una acusación formal ante la Fiscalía General del Estado por violencia política en razón de género, sexual y sicológica de quien antes había tocado las puerta del jefe jerárquico: Matías Rivero, secretario del Bienestar en la comuna y que como académico en la UPAEP también tuvo señalamientos de proteger a acosadores.

Las puertas de la instancia superior nunca se abrieron, como tampoco sucedió en la dirigencia del PAN, hasta donde llevó su queja la víctima. El ahora diputado local Marcos Castro, en su calidad de secretario general y cercanísimo al edil, instó a la víctima de las golpizas de Mayoral a quedarse quieta. Calladita se ve mas bonita, pues.

La bitácora de agravios en contra de las mujeres víctimas de todo tipo de mal trato y abuso que rodean a todos estos personajes va en aumento. Pone de manifiesto la doble moral de un conjunto de varones que parecen tragar diablos, pero orinan agua bendita.